Por Colectivo Paravachasca por la Memoria- Tenían entre 16 y 18 años, pero su afán y su convencimiento sumaban la edad de todos los que todavía bregamos por lo mismo. Vaya a saber cuántas clases y cuántos recreos en el patio de su escuela habrán sido momentos cruciales para debates y discusiones políticas.

Allá por los vertiginosos y convulsionados años 70, la patria era un extenso territorio abonado por una creciente participación ciudadana y la ciudad de la Plata no fue la excepción. Por esos días, Claudio de Hacha (17), Gustavo Calotti (18), María Clara Ciocchini (18), Pablo Díaz (19), María Claudia Falcone (16), Francisco López Muntaner (16), Patricia Miranda (17), Emilce Moler (17), Daniel Racero (18) y Horacio Ungaro (17), integrantes de un efervescente y comprometido movimiento estudiantil, fueron arrebatados de un zarpazo feroz de sus casas por la Dictadura cívico militar.

Las razias comandadas por la policía bonaerense a cargo de Ramón Camps y Miguel Etchecolatz, ya habían comenzado dos meses atrás, pero fue el 16 de septiembre cuando les asestaron el golpe definitivo. Con sus guardapolvos blancos y sus sueños multicolores militaban en organizaciones revolucionarias por mucho más que restablecer el boleto estudiantil que les habían suspendido. Todavía sus voces malogradas luchan por abrirse paso en nuestra sangre para que no dejemos trunco el camino que iniciaron. Entonces, la tarea era imponerles disciplina, escarmentar a estos “integrantes de un potencial semillero colectivo”. Hoy, traer al presente sus memorias debe conjurar tanto miedo y silencio impuesto: tanto «no te metas».

A cuarenta y un años de aquel hecho emblemático del terrorismo de Estado, nos encontramos ante un escenario en el que la adolescencia vuelve a estar amenazada por defender sus derechos. Miles de estudiantes secundarios han tomado colegios en Buenos Aires para resistir una política gubernamental que pretende, a través de una reforma educativa, ajustar la enseñanza a las demandas del mercado, obligando a los estudiantes del 5to año a trabajar la mitad de su tiempo gratuitamente para diferentes empresas y preparándolos para ser mano de obra barata.

El disciplinamiento también amenazó a alumnos y docentes que instalaron el reclamo por la aparición con vida de Santiago Maldonado – desaparecido en manos de la Gendarmería – prohibiendo las preguntas como motor de aprendizaje y cercenado el derecho a que la escuela sea un espacio de participación y debate, un lugar de construcción colectiva de saberes y de intercambio.

A cuarenta y un años de la Noche de los lápices, desde el Colectivo Paravachasca por la Memoria exhortamos a todas y todos a no perder la dimensión histórica de aquel episodio terrible, a no permitir nunca más que el silencio sea considerado salud, a volver a desafiar al autoritarismo y la violencia con que pretenden dominarnos y a continuar la lucha iniciada aquel septiembre de 1976.

En las aulas y en la calle, como proponen los estudiantes secundarios de la provincia de Córdoba que se reúnen este 16 de septiembre en el colegio Carbó por la mañana y que encabezarán la marcha por la tarde, recorriendo las calles de la capital provincial.