Foto Colectivo "No me toques"

A raíz de las múltiples denuncias por abuso y acoso en recitales y en bares rockeros, un grupo de mujeres y disidencias se unió para luchar por un espacio seguro y libre de violencia.

No me toques es un colectivo que nació desde las mujeres y las diversidades que transitan los espacios del rock. Sus integrantes se unieron en la lucha contra el abuso, el acoso, la violencia, el machismo y el micromachismo que aún hoy se vive en recitales, viajes y bares del país.

Si bien ellas están concentradas en cambiar las cosas en el ambiente del rock, el proyecto bien podría replicarse en otros géneros musicales y expandirse hacia otros espacios que también son violentos para las mujeres. Y es justamente en esos lugares de ocio, donde el disfrute debería ser la premisa, que muchas se encuentran con situaciones no deseadas.

A través de acciones colectivas, ferias, talleres y actividades de concientización, el equipo busca crear lugares seguros para el disfrute de “todos, todas y todes”. Rocío Muñoz, una de las voceras del colectivo de Córdoba, explica que su mayor trabajo está en hacerse presentes en cada uno de estos espacios para “seguir llamando a la reflexión”.

“Estamos buscando un cambio de todas las personas, no sólo de los pibes, porque esto no va en contra de ellos. También apoyamos a las diversidades y ponemos en palabras las diferentes realidades que se viven. Queremos que todas las personas sientan que somos un colectivo luchando contra la violencia y el abuso en el ambiente del rock o en cualquier lado”, aclara.

Para la joven, después de la pandemia, la violencia y el abuso se potenciaron más en los bares que en los clásicos recintos rockeros. “Vas a un bar a las ocho de la noche y ves cosas. Lamentablemente, en la pandemia también se habló de mucha violencia doméstica, especialmente psicológica. Cuando la cosa pasó y empezaron a abrirse los lugares, vi mucha gente eufórica. Por ejemplo, mi pareja cumplió años, lo festejó en un bar de rock y había un ambiente tan espeso que hasta él se dio cuenta”, se lamenta.

Muñoz relata varios acontecimientos que vivieron tanto ella como sus amigas y compañeras a la entrada y a la salida de bares y de recitales. “Una de mis compañeras del colectivo tiene una hija. Me contó que, cuando armamos este grupo, lo primero que pensó fue en ella. Un día fueron a ver una banda y estuvo toda la noche protegiéndola. Cuando fue al baño, volvió y ya había un molesto al lado de la niña. Se sintió tan vulnerable por no poder protegerla que dijo basta. No se puede así”, cuenta preocupada.

Pero luego rescata: “También hay gente educada y ubicada, por ejemplo, en La Rústica contamos con mucho acompañamiento. Por eso impulsamos esto, para seguir reflexionando y concientizando”.

Fuente: La Voz