En esta nota narraremos el auge del Museo de la Ciudad, un espacio que albergó fotos, archivos y objetos de las familias de Alta Gracia y donde se encontraba la verdadera historia de los vecinos. ¿Sabías que tenía objetos del Petit Colón?
Previamente habíamos narrado cómo habían sido las idas y venidas para crear el Museo de la Ciudad en Alta Gracia.
A través de tres notas, ya contamos cómo fueron los inicios para crear este espacio, en esta narraremos la época dorada del Museo; y en una próxima publicación, la total desaparición del lugar… la verdadera «histeria».
Habíamos relatado que en 1993, quedaba inaugurado oficialmente el Museo de la Ciudad y había empezado a figurar en la grilla semanal de La Voz del Interior, dentro de las actividades que se podían realizar en Alta Gracia. La grilla refería a tres museos: El Museo de la Ciudad, el Museo Falla y el Museo Jesuítico.
El acervo cultural del Museo (sí, ese que años después iba a generar más de un dolor de cabeza) crecía a pasos agigantados: la gente donaba pertenencias de sus familias, de sus abuelos, de sus tíos. «No te das una idea de la cantidad de objetos que había», advierte Luis Rosanova – museólogo, historiador y restaurador – a Redacción Alta Gracia.
¿Algún lector por aquí recuerda el Petit Colón?
El tradicional bar de nuestra ciudad funcionaba a toda máquina y fue sede de más de una anécdota de vecinos de Alta Gracia. Antes de ser demolido, se recuperaron algunos objetos clásicos del bar, como unos tacos de billar de principios del siglo XX y objetos varios, como sifones. Incluso, se instaló dentro del Museo de la Ciudad un espacio recreado como si fuera el Petit Colón.
Eso no era todo, también se recrearon espacios con objetos de antiguos intendentes locales, para hacer vivir la historia.
Pasando por las escuelas para construir la historia
Antes del actual «Conocé lo tuyo», el programa para que los más chiquitos de nuestra ciudad conozcan el patrimonio de Alta Gracia, existió el ciclo «El Museo va a tu escuela». Allí, cada viernes se llevaban las vitrinas del Museo de la Ciudad a las distintas escuelas locales. No obstante, los chicos se encontraban con las vitrinas vacías: eran ellos los que tenían que ‘crear’ este patrimonio histórico con fotos y objetos de sus propias familias. Porque de eso se trataba el Museo de la Ciudad: de la historia de nosotros, los vecinos.
«Eran tan importantes los objetos de una persona ‘encumbrada’ de Alta Gracia, como aquel que fue el albañil que trabajó para construir el Sierras Hotel, que podría haber sido su abuelo o el tío», argumenta Rosanova, principal impulsor del Museo de la Ciudad.
El objetivo del Museo era, justamente, llegar a la gente. Años atrás – e incluso en la actualidad- muchos vecinos ni siquiera conocen el Museo de la Estancia Jesuítica y Casa del Virrey Liniers.
El Museo de la Ciudad tuvo su auge entre 1997 y 1999… luego, comienza la decadencia. «Se levantan exposiciones, se robaban cosas: cada dos por tres presentaba notas de faltantes del patrimonio del Museo», comienza a narrar Luis Rosanova, sobre lo que serán los últimos años del Museo en pie.
