Una de las tantas canciones que mejor representan el «grito» de la juventud, en plena recuperación de la democracia en la década de los 80′ y que marcó la estirpe del rock nacional, trasciende generaciones y generaciones. El sábado, esa juventud divina, copó el parque del Sierras Hotel después de un año y medio de ostracismo producto de la pandemia.
Miles de chicxs que por algo más de un año y medio les fue «prohibido» juntarse en la escuela, en las plazas, en los boliches, en las casas, en los patios, en la calle, gritaron al unísono en la «Fiesta Bresh» que se realizó el sábado organizada por la Municipalidad de Alta Gracia.
Es cierto que la música estaba alta. Es cierto que para muchos vecinos del barrio paqueto del «Alto» fue una noche para el olvido, por idas y venidas de motos, gente, chicxs juntos y separados que se dieron cita en el lugar.
Pero también es cierto que muchas veces las sociedades inyectan sus frustaciones y anhelos en una «juventud» que creen o sienten que cambiará el rumbo de las cosas. El rubo de lo que se hizo mal. El rumbo de lo que «debe» hacerse bien, olvidándonos que nuestros hijxs son el reflejo de lo que construimos como sociedad y muy pocas veces dejamos «ser lo que quieren ser».
Hace dos semanas algunos vecinos y vecinas expresaron por algunos medios los «desmanes» que se registraron a la salida del boliche «Güemes República» tras la fiesta de Halloween. Cientos de comentarios en las redes sobre lo que se «espera» de chicos «bien» quienes- de acuerdo a muchos- se comportaron del mismo modo que lo harían otros jóvenes de un boliche de «cuarteto» (y, por lo tanto poniendo el acento en una clase social específica. «Desmanes clasistas» diría).
Es decir, quizá los mismos que se quejaron de los ruidos molestos del sábado, son los mismos que justifican los «desmanes obvios» que puede producir un grupo social determinado y condenan a otros jóvenes que tuvieron un comportamiento poco acorde a su estatus socio-económico. ¿Por qué no los dejamos en paz no?
La jornada de la «Fiesta Bresh» sin entradas pagas, con el mismo acceso para todxs, fue, desde mi punto de vista, el escenario para que cada unx sienta lo que quiera sentir. Y nada más lindo que verlxs bailar, reir, abrazarse, mirarse de nuevo.