Por Miriam Campos- Entre 2001 y 2018, pese a la legislación vigente sobre medioambiente, la provincia perdió 131 mil hectáreas de cobertura arbórea. Río Primero, Río Seco, Ischilín, Roque Sáenz Peña y Unión representan el 56% del total de esas pérdidas.
“Qué linda esta plantita”, dice y la arranca de raíz con cuidado. La mete en una bolsa con tierra húmeda y la aromática, tras la caída del sol, viaja entre los bártulos con algún destino lejos del espacio nativo. La escena sobre la “Minthostachys verticillata”, conocida como peperina, es algo usual entre los visitantes de las sierras. Fascina el paisaje, la sombra, los mates con ese yuyito de aroma cordobés, pero cuesta proyectar cuánto de lo que nos rodea una tarde de verano en la sierras, va desapareciendo como la peperina.
A comienzos del siglo pasado Córdoba tenía cerca de 12 millones de hectáreas de bosques nativos originales. De ese total, hasta las mediciones hechas por el grupo de investigación liderado por Marcelo Zak y Marcelo Cabido, en el año 2000 determinó que en la provincia los bosques nativos ocupan solo un 3,6%. Es decir, solo unas 594 mil hectárea. La emergencia forestal no es un eufemismo del futuro, es ya tierra arrasada.
900 hectáreas de bosque nativo en 2018
En este siglo, entre 2001 y 2018, cuando más se sancionó legislación sobre la protección del medioambiente, la provincia perdió 131 mil hectáreas de cobertura arbórea. Durante este período, según registros de la organización internacional Global Forest Watch, Río Primero, Río Seco, Ischilín, Roque Sáenz Peña y Unión representaron el 56% de todas esas pérdidas, siendo Río Primero, el departamento más afectado.
Durante 2018, Córdoba perdió 889 hectáreas de bosque nativo. Con intensidad, como fue previo a la sanción de la Ley de Bosques, o a cuentagotas, como pasa ahora en la ilegalidad, el desmonte en la provincia avanza sigiloso.
“Entre los distintos momentos históricos de poblamiento, Córdoba perdió millones de hectáreas de ecosistemas naturales, tanto de bosques, como pastizales y humedales. La deforestación en los últimos 100 años, fue uno de los ejes, y el modelo basado en agroquímos intensificó el impacto, tanto en el medio natural que soporta esta producción, como en la salud de la cantidad de poblaciones relacionadas a esos sistemas agropecuarios”, dice el biólogo e investigador Cristian Schneider, quien también es miembro de la Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo.
Factores de la destrucción
Según consigna la plataforma Montes de Córdoba, los factores que destruyen el bosque nativo son los incendios, la invasión de plantas exóticas, el crecimiento urbano, y el avance de las fronteras agropecuarias. Este último, es el que más incidió en la gran pérdida de los ecosistemas locales.
Se trata de un fenómeno que se dio principalmente a partir de la introducción del modelo agroindustrial con utilización de transgénicos. La soja desde la década del 90, por ejemplo, hizo que Córdoba se transformara.
Las zonas al sureste de la provincia comenzaron a tener cada vez más cultivo. Y eso generó una presión sobre el área norte de la provincia. Los sectores ganaderos se fueron moviendo hacia el norte, y esos corrimientos de las fronteras agropecuarias, como se suele llamar, generó una presión sobre esa zona. Desde Río primero hacia el norte hubo grandes deforestaciones.
Si se mira hacia el sureste de Córdoba, esta es un área donde se hacen cultivos hace más de 40 años donde habitan localidades sumamente pobladas que no tienen ningún porcentaje de bosque alrededor. Allí también se presenta una situación grave donde los cultivos extremadamente cerca de esas poblaciones, utilizan grandes cantidades de agroquímicos y no tienen protecciones forestales cerca de la ciudad.
En lo local, para Schneider hay una discusión de fondo que se tiene que dar sobre cómo se está encarando el desarrollo, las formas de vida y producción que demanda la ciudadanía en Córdoba. “Eso no significa que se tiene que producir de acuerdo a los códigos de este modelo basado siempre en el beneficio económico, más que en responder a determinadas necesidades de la población y generar modos sanos, y equilibrados de producción”, explica y agrega: “No hay que destruir lo que en realidad está dando oportunidad de producir”.
Una estructura que no termina en el suelo
El imaginario social muchas veces plantea que el bosque está solo representado por árboles, pero una cuestión importante a resaltar es que en realidad se trata de una estructura compleja, no es solo de árboles. Este punto no es menor a la hora de definir lo que se entiende por bosque nativo, sobre todo si se piensa cómo se define el mismo en las leyes sancionadas para su protección.
“Si uno define que en un bosque nativo solo se tiene que proteger árboles, eso deja fuera de la ley o desprotegidos, un montón de otras estructuras que también son importantes para el funcionamiento de los ecosistemas”, dice a este medio, el científico Lisandro Agost, que trabaja en el Centro de Ecología y Recursos Naturales Renovables dependiente de la UNC y estudió durante años, el cambio de cobertura arbórea de Córdoba.
Si bien se piensa que los bosques nativos están constituidos solo por árboles, por ejemplo, en la Pampa de Achala que está formada por pastizales de altura, eso también parte de una cobertura boscosa nativa. “Un bosque está constituido por muchos estratos, están los árboles, arbustos, las enredaderas, las herbáceas, los pastos, y después tenés toda la estructura que está por debajo, un bosque no termina en el suelo, es decir, donde empieza a surgir la vegetación sino que por debajo del suelo están las raíces, y una cantidad de microorganismos constituyen también parte de un bosque nativo”, explica Agost.
Es por ello que si uno hace un corte de suelo en un monocultivo de soja, probablemente, encuentre muchos menos biodiversidad en las capas de tierra, en cambio «en un bosque nativo, los árboles pueden tener raíces tres veces más largas de lo que se ve por arriba, es decir, si un árbol tiene cinco metros, las raíces pueden llegar hasta más de 15 metros y conectarse en distancias muy grandes”, dice el investigador.
Tener claro este punto, hace cambiar la percepción de lo que se tiene que preservar en el territorio.
Sin implementación, no hay bosque nativo
La pérdida de los servicios ecosistémicos que prestan los bosques nativos a la sociedad, fue motivo de preocupación a nivel internacional desde los años setenta, por lo que la conservación y enriquecimiento de los bosques está incluida en la agenda ambiental internacional desde hace cinco décadas y ahora vuelve a alzar la voz bajo los planteos de miles de jóvenes alrededor del mundo, que demandan medidas concretas para atender la emergencia ambiental.
En el 2007 se sancionó la ley nacional 26.331 “Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos” que fue reglamentada en 2009. En 2010, con algunas controversias por su alcance, Córdoba sancionó la ley 9.814 de Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (OTBN) y su decreto reglamentario 170/2011.
Anteriormente, la ley provincial 9.219 de 2005 y el decreto 10/2005 prohibieron el desmonte total dejando establecidos los términos de referencia para las intervenciones en bosques nativos. A esto se suma la Ley Agroforestal 10.467 y este año, la Unicameral provincial también le hizo lugar a la Ley de Agricultura Familiar. Sin embargo, desde 1990, Argentina es uno de los diez países que más desmontes sufrió a nivel mundial hasta el 2015: se perdieron 7,6 millones de hectáreas, a razón de 300.000 hectáreas al año, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Juguetes del capitalismo
“Queda claro que la ley puede tener un discurso muy bonito, incluso si para sancionarla hubo participación y voces de distintos sectores, que no sucede muy seguido, pero es sabido que el capitalismo te da una herramienta pero es al mismo tiempo un juguete vacío y tenemos que estar atentos a no caer. La legislación actual a veces no se cumple por omisión del Gobierno, eso es terrible y es así cómo muchos colectivos llegan a judicializar la ausencia del Estado”, indica Schneider y agrega que más allá de la barrera de financiamiento que muchas veces argumenta el Estado, “hay una ausencia de esa intención de que la agenda política sea cierta, respecto a la política ambiental”.
“Hay un desinterés porque no hay intención de poder regular lo que significa la enorme presión que generan intereses económicos particulares en estos ecosistemas. Y contra eso no hay financiamiento que valga porque la Provincia puede recibir un montón de dinero y no destinarlo para lo que tiene que hacer, sino que no tiene interés en hacerlo”, explica el biólogo, para quien a la hora plantear soluciones a la emergencia ambiental, no puede haber pocas voces que se arroguen determinado conocimientos y visión particular de las medidas que hay que implementar.
“Tiene que haber procesos de trabajo en el territorio, no solo de diagnóstico sino a nivel de decisión donde se den estas participaciones en función de tener en claro que en otras escalas están ocurriendo cosas similares y la sumatoria de problemáticas y necesidades hace que el panorama sea bastante crítico, duro a nivel de lo que significa la crisis ambiental”, puntualiza Schneider.
En esa línea, Lisandro Agost, aporta que la irreversibilidad respecto a la situación de los bosques nativos, tiene que ver con que las políticas de Estado tengan un control constante y continuo para decidir que ciertas áreas sean de agricultura o de urbanización y los bosques sean protegidos, y ciertas zonas sean restauradas.
“Si hay predisposición, tiempo, inversión estatal, y se fomentan las investigaciones, se puede volver a un punto de reversibilidad del estado actual de la provincia”, dice y amplía: “Poniendo en perspectiva, en Córdoba tenemos menos del 3% de bosque nativo -considerando que desde los últimos registros, el desmonte avaza- y eso es una situación crítica frente a un contexto mundial de cambio climático global”.
Fuente: La Nueva Mañana