Foto ilustrativa.

Redacción Alta Gracia- Silvia, de 62 años, debió volver de Recife, Brasil, el 21 de marzo, debido al cierre de las fronteras. Fue repatriada y actualmente se encuentra en cuarentena. Relata la desidia del lado argentino.

La bioquímica manifestó a REDACCIÓN ALTA GRACIA que su vuelta se convirtió en una tortura desde la frontera argentina hacia Córdoba. Al cruzar hacia éste, su país, se encontraron en total abandono. Nunca pudieron encontrar al cónsul y debieron organizarse con otras 59 personas -de Rosario, Resistencia, Santa Fe y Córdoba- para volver en colectivo, abonando el abusivo pasaje. Por las medidas precautorias -que cumplieron a destajo- no se bajaron del transporte durante las 26 horas que duró el viaje. Los controles médicos- medición de la temperatura- que les realizaron en algunas ciudades-como Rosario- fueron deficientes (no funcionaban los termómetros digitales). «La provincia mejor preparada en tema controles, fue Córdoba» afirmó. Actualmente, los compañeros de la vuelta, forman parte de un grupo de whatsapp, administrado por un médico, a través del cual se avisarán en caso de que alguno presente los síntomas del coronavirus.

Solicita a través de su relato que se organice la situación de los turistas en la frontera. Ya que se hacinan las personas (adultos y niños) mientras esperan.

SU EXPERIENCIA

«Estábamos con dos colegas amigas en Recife, cuando recibimos la noticia desde la agencia de viaje, de que me llegue a la empresa aérea para que me cambie el boleto para volver ese día. Al llegar, la empresa canceló los vuelos y revendía los pasajes.

Buscamos al embajador argentino, Alejandro Funes Lastra, quien nos atendió muy bien, en una hora nos tenía los pasajes para nuestra salida inmediata. Debimos tomar dos aviones, desde Recife hasta San Pablo y de San Pablo a Foz do Iguazú.

Cuando llegamos a Puerto Iguazú, el cónsul no estaba. No había ninguna forma de traslado hacia Córdoba, salvo colectivos que salían a Buenos Aires o al aeropuerto. Muchas personas tiradas en colchones, con sed, hambre. Kioscos que se aprovechaban, por ejemplo cobrando 250 pesos una gaseosa o un agua. Nos dijeron la única forma era conseguirnos un colectivo para volvernos que pagáramos nosotros. Estábamos desesperados y conseguimos un ómnibus, cuyo chofer también se propasó con el precio. Éramos 39 cordobeses más gente de Rosario, Santa Fe, Chaco, Mendoza, Tucumán. Con temor de permanecer en ese lugar, (teniendo en cuenta que no los dejaban alojarse en ningún hotel y la epidemia del dengue) armamos un contingente de sesenta personas y así nos habilitaron un colectivo con la salida sanitaria y salimos a las 19 horas. Desde allí, salían aviones hacia Buenos Aires, pero no queríamos pasar por esa provincia ya que nos iba a tocar pasar la cuarentena allí. Preferimos unirnos con los otros viajantes aunque el trayecto fuera más largo.

Viajamos durante 28 horas, 60 personas con un sólo baño. En relación a los controles, hay localidades bien organizadas, otras no. En Córdoba, están muy bien organizados: nos hicieron bajar y nos controlaron rápidamente. En Rosario tardamos dos horas, ya que los termómetros digitales no andaban, más el maltrato de los policías que subían a hacernos los controles. No nos negábamos al operativo, sólo pedíamos celeridad».