Se trata de Lucas y Coco, nieto y abuelo, que son inseparables. Ambos son oriundos de Villa María y este fin de semana pudieron concretar un sueño en el aeroclub de Alta Gracia: saltar juntos en paracaídas.
El pasado viernes, Primo José Giusti, conocido como Coco, el centenario peluquero, carpintero y bandoneonista de Villa María, se animó a su primera experiencia de paracaidismo a sus casi 100 años.
Su nieto, Lucas Giusti, docente universitario y experto en Relaciones Internacionales, relató que la idea surgió durante un vuelo conjunto a Ushuaia. Mientras disfrutaban del paisaje desde el avión, Lucas sugirió la posibilidad de que Coco probara el paracaidismo. Aunque inicialmente Coco había descartado la idea, la semilla ya estaba plantada.
El viernes temprano, Lucas pasó por la casa de su abuelo para llevarlo a un destino sorpresa. La propuesta de saltar en paracaídas se planteó en el trayecto y, a pesar de su resistencia inicial, Coco aceptó la invitación de su nieto.
Llegaron al aeroclub de Alta Gracia, donde, luego de una breve charla y dudas sobre la factibilidad del salto debido a la edad de Coco, finalmente les dieron luz verde para el emocionante momento. En un inicio, solamente iba a tirarse Lucas.
“Le dije que, si quería, él también podía tirarse. Me dijo que no al principio. Mi salto lo tenía decidido. Le dije además que había pagado los dos saltos y él me dijo ‘a mí no me importa, yo te doy la plata’. Y dije listo. Nos fuimos. Llegamos a Alta Gracia y el aeroclub está justo a la entrada. Cuando vi los aviones me cagué todo. Pero me tenía que tirar. Picoteamos algo rápido en la estación de servicio antes. Y con el mismo modus operandi que con Ushuaia, me saca el tema. Y ahí me preguntó sobre cómo era el asunto del salto. Y me dije ‘ahí lo tengo al viejo’. Le expliqué que era un salto desde 3.000 metros que, si íbamos a hacerlo, era el más alto, que son 30 segundos en caída libre, y el resto, como un minuto o poco más, ya con el paracaídas abierto”, detalló Lucas al medio El Diario Córdoba.
Coco describió la experiencia como emocionante y hermosa, destacando su falta de miedo durante el salto. «Yo no sentí nada. Bah, me gustó todo. Lo único, que me emocioné un poco mucho cuando se abrió la puerta del avión y entró todo el viento. Ahí pensé ‘qué viento voy a agarrar’. Caí a 200 km por hora. Me lastimé un poco al antebrazo, no sé con qué, sin con el borde de la puerta o qué. Un cortecito. Y cuando me arrimé a la puerta y miré hacia abajo, dije ‘está lejos la tierra’. Cuando el instructor me dijo ‘vamos’, yo tenía que tirar la cabeza hacia arriba y la moví hacia abajo. Y ahí me dejé caer. Fue hermoso».