Este jueves se estrenó en los cines de Argentina la tercera parte de la saga Animales Fantásticos, creada por J.K. Rowling, escritora de Harry Potter, que continúa, en cierta manera, con el legado del mundo mágico que fascinó a generaciones.
No apto para muggles.
Durante once años las películas de Harry Potter crearon una marea mundial de fanatismo entre niños y adolescentes jamás vista, hasta ese momento. Durante esos once años, entre estrenos de películas, los libros que finalizaban la saga salían a la venta, acrecentando aún más el fenómeno Harry Potter, que, según la crítica del momento, cuya magia acercaba a los niños a la lectura.
El boom se desinfló en el 2011, con el estreno de la última parte de la saga. Años después la magia se renovó con el anuncio del estreno de Animales Fantásticos y dónde encontrarlos, que tomaba el nombre de un libro anexo a las historias de Harry Potter, pero creado por la mismísima J.K.Rowling, aquella mujer que alimentó los sueños de incipientes escritores diciendo que había comenzado a escribir la saga en una servilleta y con un movimiento de varita era una millonaria mundialmente conocida.
La primera parte de Animales Fantásticos recibió una crítica del 74% de aceptación en el sitio web Rotten Tomatoes y 7,6 en IMDB: los dos sitios de internet dedicados al cine más importantes de la web. Nada mal para comenzar una nueva saga.
La segunda, con la incorporación de emblemáticos nuevos personajes como Gellert Grindelwald (el enemigo de Dumbledore y predecesor de Voldemort, el villano asesino serial que quería matar a toda costa a Harry Potter) y Nagini (una Maledictus que luego se convertirá en la mismísima serpiente de Voldemort) fue el imán que llevó a los fanáticos a colmar las salas nuevamente.
La tercera parte de la saga, Animales Fantásticos: Los Secretos de Dumbledore, es el tema que nos concierne en esta nota. Con el esfuerzo titánico de no hacer spoilers, nos centraremos en las imágenes que fueron vistas en los avances de la película: un Dumbledore atribulado por su pasado con Grindelwald (ya no interpretado por Johnny Depp, cancelado por sus problemas legales, si no por Mads Mikkelsen) y un Newt Scamander intentando salvar el mundo mágico con las criaturas dentro de su valija.
Mikkelsen le da a Grindelwald un aire más solemne, tibio para algunos, alejado del caricaturesco personaje que había interpretado Depp. La incorporación de nuevos personajes, irrelevantes para la saga, no contrarresta la falta de algunos varios importantes de las películas anteriores. Ni hablar de contradicciones con respecto a los libros y películas de Harry Potter que los fanáticos más atentos a la historia no dejarán pasar. Este último detalle llama poderosamente la atención, debido a que el equipo que «cranea» toda la historia es el mismo que la saga de Harry Potter: J.K. Rowling en producción, Steve Kloves en guión y David Yates en dirección, ¿qué pasó entonces?
En Twitter se filtraron detalles que hablaban de una posible cancelación de la saga si esta última parte, recién estrenada, no contaba con una recaudación a la altura del monstruo de Wizarding World (el mundo creado por la escritora británica).
No obstante, la película tiene ciertos aciertos: es impactante visualmente, el recurso de las tomas de Hogwarts, el colegio de magia y hechicería son, para los fanáticos, una caricia; y momentos solemnes y emocionantes, con discursos sobre el amor, la honestidad que siembre han funcionado bien para el personaje de Albus Dumbledore.
Para los fanáticos, nos queda todo un mundo mágico que seguir disfrutando: merchandising cada vez más accesible, y, por supuesto, los libros a donde siempre volver… como dice Harry: «No iré a casa, estoy en ella«.