Por Anahí Becerra* – Para empezar, me centraré en la palabra solidaridad que visibiliza la importancia de ayudar a quien se tiene al lado en cualquier contexto de necesidad.
A veces, cuando un grupo de personas solidariamente acciona (o reacciona) a causa de una determinada demanda, ese accionar se estanca en dar, lo cual puede ser entendido como un acto verticalista.
Quizás históricamente ha funcionado como un buen medio para sortear las situaciones imprevistas, pero esta pandemia nos invita a dar un paso más y convertir el dar en compartir.
Este momento detiene todos los relojes y nos lleva inevitablemente a reflexionar, partiendo como premisa en el no saber y el no saber justamente nos invita a pensar. Nadie sabe cuál va a ser el camino de resolución de este conflicto y tampoco pueden encontrarse modos de proceder en un manual.
Tal vez los libros de historia develen otras endemias, epidemias y pandemias que ocasionaron un gran atraso en la humanidad, pero esta en particular es la que nos toca afrontar como sociedad a nivel mundial y posee singularidades que debemos detectar, abordar y comprender.
Hoy se redobla la apuesta porque la actual crisis sanitaria también influye en lo económico y uno de los hechos más recientes que nos acerca a una experiencia de crisis económica se desarrolló durante el año 2001. Fue entonces cuando la organización en los barrios y en la comunidad tuvo como principal objetivo sobrellevar la realidad y entre los recursos empleados se consideró fundamental el trueque, fomentando al intercambio de objetos y a la unión en pos de una interacción compartida.
Actualmente, nos encontramos sumergidos y sumergidas en el desconocimiento y, de una forma u otra nos hallamos dándole vueltas al asunto incesantemente. Pensamos nuevas formas de relacionarnos, nuevas modalidades de intervención y nuevas disposiciones para desencadenarnos de los sistemas que se han tornado impropios; sistemas vetustos que muchas veces replican patrones de abuso de poder y egoísmo en terrenos de desigualdad donde dar se reduce a una limosna.
Hoy esta pandemia nos vuelve más humanos y, con un poco de suerte, nos recuerda nuestro punto de partida donde el intercambio se trataba de compartir sin costo alguno y donde luego el ser humano le puso un precio a los objetos, pero en un principio todos y todas teníamos todos los recursos desde la propia naturaleza.
Hoy resulta insoslayable profundizar aún más en el concepto de otredad, dejar de pensar en uno mismo y en una misma y comenzar a pensar en los otros y las otras.
Hoy el cuidado ya no está en las bases del neoliberalismo, la meritocracia y la autoayuda, sino que el cuidado está en la relación, en la comunidad, en compartir una comida, ropa, e incluso una conversación. Entendiendo que nos cuidamos entre todos y todas.
Hoy el Estado Nacional se vuelve presente y elije escuchar el territorio promoviendo un ida y vuelta en la comunicación y las estrategias de intervención.
Hoy el Estado Nacional remarca que donde hay una necesidad debe nacer un derecho.
- Lic. en Trabajo Social












