Por Iván Moreira*– La verdad no lo hubiera imaginado.
Quizás suene egoísta, poco inteligente y hasta contradictorio conmigo mismo en decir-pensar que lo sucedido hace unos días me sorprendió realmente.

Para ubicarnos en tiempo y espacio, se trataba de un cumpleaños de chicos entre 5 y 9 años. Bailes, juegos, comida, música, amistades y todo lo que se les ocurra que un cumple pueda tener, incluyendo, obvio, la torta, piñata y sorpresitas. Pero la «sorpresa» para mi, -y ahora empiezo a contar lo que para otros quizá no sea sorpresa-, fue otra.

Normalmente -creo que voy a tener que cambiar el significado de lo «normal» a partir de ahora- en este tipo de cumpleaños y más teniendo una cancha de fútbol dentro del salón, jugábamos a la pelota hasta que por el grito de la mamá del cumpleañero nos nombraban y ahí entendíamos que nos venían a buscar y posiblemente seguiríamos pateando en casa. O quizá éramos de esos que quedaban mano a mano con el del cumple hasta el final porque a nuestros viejos se les hizo tarde o tuvieron algún otro motivo (espero justificado) aunque de igual manera ya no alcanzaban los jugadores para continuar.

La cuestión es que, repito, para mi fue una sorpresa encontrarme con ese escenario, el cual para otras personas puede ser totalmente normal. En medio de la fiesta, siendo una persona que ve un balón y quiere competir, sin importar que del otro lado esté Lionel Messi o un nene de 8 años, entré a la cancha con ganas de jugar. En eso, veo que otra pelota estaba en escena. Al principio supuse que al ser mis contrincantes menores, la pelota era acorde a su edad. Un tanto más chica, diferente a la tradicional del “fulbito”. Acto siguiente, empecé a ver como todos se pasaban la pelota con la mano y pensé que si bien eran chicos, ya son lo suficientemente grandes para ver y entender las reglas del fútbol y que alguien de experiencia en cumpleaños debía decírselos. Fue entonces cuando me di cuenta de que la experiencia es totalmente subjetiva en cada persona. Mi experiencia no es, ni fue, la misma que la de ellos. “No se juega al fútbol con las manos” dije. Y como si un coro hubiese respondido, un coro sincero y sano, me llegó una respuesta que me dejó realmente anonadado: “esto es handball”.

Me quede mirándolos asombrado, sin palabras, admirándolos.
Y recién en ese momento tome noción y consciencia de lo importante que es trabajar y seguir los sueños.
Desde chico fui un fanático del deporte y principalmente de mis amigos, los cuales casi todos jugaban al Handball, por ende, siempre los acompañé desde afuera.
Seguramente para ellos haya sido normal esa respuesta, pero para mí fue realmente fuerte. Entender como todo el trabajo que ellos y el resto de los jugadores y entrenadores realizaron durante años tiene sus frutos en pequeños detalles. En enormes detalles.

El Handball es hoy y ha sido siempre un deporte muy importante en nuestra ciudad y por suerte para todos esos soñadores, en ese cumpleañito ellos decidieron «jugar con las manos«.

Foto ilustrativa (Handball Río Colorado)