Este lunes se celebran los diez años de la aprobación de la Ley de Identidad de Género, que garantiza el reconocimiento de las identidades trans y la garantía de sus derechos. No obstante, en medios de comunicación, redes sociales y en la cotidianeidad se siguen reproduciendo mensajes de odio.
Según un informe del Registro Nacional de las Personas, dependiente del Ministerio del Interior, desde el 9 de mayo del 2012, cuando se aprobó en el Congreso de la Nación la Ley de Identidad de Género, unas 12.655 personas realizaron la rectificación de género en su DNI: el 62% cambió su género por mujer y un 35%, por varón. El porcentaje restante se trata de la población no binaria, incluida en julio de 2021.
No obstante, según el mismo informe, la comunidad trans sigue en un estado de obscena vulnerabilidad: el promedio de vida, en Argentina, es de 40 años y a duras penas logran superar los 53.
En abril de este año, Redacción Alta Gracia dialogó con Jorgelina «Cony» Paolucci, asesora en la Fundación Trans Argentinxs, quien explicó cómo funciona el sistema de salud de Alta Gracia con respecto a las personas trans: «A nivel local falta muchísimo, en Alta Gracia no hay consultorios amigables. No hay políticas públicas básicas, como endocrinólogos o endocrinólogas, no hay terapia de hormonización. Las personas trans no tienen privilegios, cada cosa es una lucha. Por ejemplo, una persona trans cuando quiere acceder a una masculinización de tórax se encuentra con que las obras sociales no las cubren y a nivel público no se realizan», explicaba.
Con respecto al acceso a la educación, el Frente de Igualdad de Alta Gracia compartió el testimonio de Daniela, una joven trans de la ciudad. «Yo quiero seguir el colegio, este año debería estar en sexto año y estoy en primero todavía», expresaba en el video, a la vez que contaba que dos veces tuvo que cambiarse de escuela debido al bullying recibido, no sólo de parte de compañeros, sino también de autoridades escolares.
Actos de odio
Por tercera vez desde que fue colocada, a fines de abril la bandera de la diversidad, ubicada en San Juan Bosco y Avenida Libertador, sufrió nuevamente un hecho de vandalismo… o de odio e intolerancia, más bien.

Por supuesto, fue recolocada, como cada vez que fue arrancada. Lo llamativo cada vez que ocurre este hecho es la cantidad de usuarios en redes sociales que replican su mensaje de odio, avalando la intolerancia: «Por qué vándalos? A mí no me representa esa porquería y también la arrancaría, y no soy un vándalo» (sic); «Al que lo identifica esa bandera que la cuelgue en su casa, así ya sabemos quien es quien. La nuestra es la celeste y blanca, por la que lucharon nuestros próceres» (sic); «Lástima que no la quemaron también» (sic).*
Así, por mencionar algunos de los múltiples comentarios homofóbicos y violentos que circularon por las redes. La ley garantiza la identidad de género, perfecto. ¿Pero garantiza buenas condiciones de vida, donde las personas trans puedan acceder a una vida digna, sin ataques, sin odio, con acceso a la salud, educación y trabajo?
Sí, en diez años se avanzó muchísimo en materia de inclusión, pero aún queda un largo trecho de deconstrucción por recorrer.
*Los comentarios de usuarios de las redes son reales y fueron tomados literal de una publicación del portal online Vía País.












