En una página web llamada «Mujeres que no fueron tapa» invitaban a mujeres a que explicaran que se sentía ir a una marcha del Día de la Mujer. El objetivo era invitar a otras a que se sumen, contarles un poco la experiencia de cada una en la calle. Y de ahí sale un poco esta idea de contarte a vos, hermana, qué siente marchar un #8M. Sé que pasaron un par de días pero soy también una mujer trabajadora como vos y este es el tiempo que puedo usar para contarte.

Hacía un par de años que no iba a las marchas, primero porque me «parten al medio», me recuerdan a mi tía fallecida, víctima de una femicidio; a las noticias que escribo cuando alguna vecina del Valle de Paravachasca muere a manos de un asesino y me vuelven los rostros y las historias. Pero esta vez fui, y volví a sentir ese abrazo sororo, porque no estaba sola en mi dolor.

En cada abrazo encontraba una compañera, una militante, una vecina, una amiga, una mujer desconocida que tomaba las calles con un cartel, gritaba un nombre y pedía por igualdad de derechos. En esta marcha y en este paro de les Mujeres CIS, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries también se celebraban los logros y se pedía por más.

Éramos tantas, hermana, éramos tantas y estaban tan felices de vernos, de compartir, de cantar, de pintarnos y colorearnos, de bailar. Éramos las nietas de las brujas, de las abuelas que marcharon, éramos nosotras y nosotres caminando por este centro de Alta Gracia que, a veces parece tan ajeno a lo que nos pasa.

Éramos también ese minuto de silencio y esa voz entrecortada que leía los nombres de Johana, Silvia, Aydee, de nuestras muertas y pedíamos justicia.

Ahora que sí nos ven, ahora que estamos juntas, sumate a ese abrazo sororo que te contiene, te escucha. No está sola, ya no estás sola, estamos todas, juntas, luchando y escuchandote, somos tu amiga, tu hermana, tu mamá, tu hija, somos las que no pudieron hablar. Pero acá estamos como cada 8M preparadas para gritar y marchar en las calles donde vivimos.