Por Lic. Alicia Lucero– Y, en nuestra realidad educativa, de todos los niveles, se puede detectar un lugar de hechos comunes, al finalizar el año escolar, a saber: corridas, apuros, ansiedad, trabajos de último momento; planillas, notas, evaluaciones determinantes, trabajos que no se concretaron  en transcurso del año; y, que se incitan a cumplir para responder a planteos de teóricos que quizás, nunca se asomaron al  aula, y que deben ser, puestas en práctica,  para satisfacer a determinadas exigencias, aunque esto, sólo sea un momento en la vida educativa.

Definitivamente: Lo que no se hizo, se quiere hacer en estos momentos.

VOLVAMOS AL ANÁLISIS

Agreguemos a este tiempo final, las evaluaciones, que marcan un destino al estudiante y, sus resultados.

Digo que marcan o determinan un destino, porque, en las aulas, algunos docentes no parecen tomar en cuenta el trabajo de todos los días de los estudiantes, para cerrar el trabajo, evaluativo con la consideración única del   resultado final.

Por lo tanto considero que, la calificación de los aprendizajes, no debería convertirse en un problema; sino que debiera posibilitar cumplir con los objetivos planteados por sus docentes y el reconocimiento de la adecuada capacidad de sus alumnos, que pudo estimular en este periodo; consiguiendo de este modo, analizar su función en la enseñanza, sus logros como guía, referidos al  desempeño intelectual, personal y social de sus educandos.

Con este proceso, también, se confirmaría que cuando un alumno fracasa, es el fracaso de todos los adultos que estamos a su alrededor: docentes padres y responsables. Porque la educación que está en sus manos. En consecuencia, se asumirá el rol con mayor responsabilidad, entendiendo que esto no autoriza a disminuir la valoración de los estudiantes derivándolos para que otros “especialistas”, lo ayuden. Sino que habrá que sacarse una selfie desde los educadores…

Focalizando a los padres, debemos tener claro que un hijo no cobra validez por una nota escolar, por un espacio destacado en el cuadro de  honor, por un fracaso escolar o por una medalla,  sino porque es una persona que necesita de su amor y a ese amor sólo lo conseguiría con sus padres presentes.

EN CONSECUENCIA:

Cuando los problemas no sean resueltos por ellos, padres y docentes, los estudiantes que se ponen en desventaja con respecto al resto y necesitarán de la ayuda de los mayores que los guían.