Ante un aberrante caso de trascendencia nacional, las redes sociales fueron una herramienta clave para plantear cómo hablamos, cómo comunicamos: ¿Por qué ahora decimos «grupo» y no «manada? ¿Acaso ya vemos a los violadores como seres sociales y no como animales?

“Repitan conmigo: no violan en manada, violan en grupo. No son animales, son varones. no violan en manada, violan en grupo. No son animales…” así rezaba un tuit de Paula Giménez, una activista feminista en redes sociales, conocida en el mundo tuitero como @YoFermina.

El mensaje, que se volvió viral, se dio en el contexto de una violación grupal (sí, ya cambiamos la forma de decirlo) que se dio en Palermo, en Buenos Aires, a plena luz del día, un lunes, a la vista de todos. El hecho cobró trascendencia nacional, despertó broncas, debates innecesarios en medios de comunicación y despertó el morbo de los argentinos. Incluso en Instagram se creó una cuenta donde escrachaba y daba hasta los más personales detalles de los violadores.

De repente, redes sociales y medios hicieron de un aberrante hecho un espectáculo, de los cuales quizás en épocas pasadas sólo lo podríamos leer en textos de ficción.

No obstante, y lamentablemente no se trata de un hecho aislado. Sin ir más lejos, y ya aterrizando en nuestra provincia, tres varones, mayores de edad, fueron detenidos ayer en Villa Dolores por una violación grupal a una menor de 17 años.

Siguiendo en temas de agenda, ayer también comenzó el juicio contra Higui, aquella lesbiana que en el 2016 en acuchilló y mató a uno de sus agresores cuando fue sometida, ella también, en grupo.

Sin entrar en detalles de un largo historial judicial argentino donde estos hechos se dan con más frecuencia de la que pensamos. No son hechos aislados, son parte del sistema en el que vivimos, el que se fue formando, en el que fuimos formando. Pero, ¿en qué momento pasó de ser ‘manada’ a un grupo de personas? De hecho, las primeras informaciones que salían en los medios sobre el caso de Palermo, usaban la palabra manada. Bastó una horda de mujeres enojadas, dolidas, con bronca e impotencia en redes sociales y algunas más tímidamente en medios masivos de comunicación que pusieran en tela de juicio lo que planteó una influencer: “no son animales, son varones”. Son seres sociales, educados por familias, formados en instituciones, integrados en trabajos.

Cambiar de palabra, usar grupo – cual fraternidad – en vez de manada, es la punta del iceberg de deconstrucción comunicacional y mediática a la que tenemos que zambullirnos, aunque cueste, aunque incomode, pero es la forma de presentar, poquito a poco, un mundo más igualitario estructuralmente, donde los cambios perduren en el tiempo.