En la apacible mañana de verano, en La Serranita, dos guardavidas se preparan para otro día que se presentará intenso. Es una pequeña localidad, sobre la ruta 5, en el valle de Paravachasca, a la vera del extenso río Anisacate. Aunque tiene pocos pobladores, cuando el calor aprieta, el balneario se repleta de reposeras, parlantes, comidas y visitantes. En ese espacio, Álvaro y Mariano son rescatistas o “guardavidas”
Para muchos turistas, a ese “arroyito” –como lo suelen llamar al subestimar su potencial– creen que pueden meterse en cualquier lugar y momento sin riesgo alguno.
“La gente que viene especialmente de lugares donde no hay ríos serranos no imagina las crecidas”, analizó un turista de Buenos Aires que tiene casa en el lugar y junto con su esposa viene desde hace 30 años.
Su pareja recordó que hubo crecidas en las que el Anisacate se llevó una heladera de un quiosco, y que en otra una pileta de una casa quedó “en el aire” ya que el caudal de agua arrasó con todo su entorno. Y hubo daños mayores.
LOS RESCATES
Mariano y Álvaro tienen experiencia en rescates en ríos serranos. Ambos tienen 34 años y se acompañan en sus turnos para poder prevenir a los visitantes del río Anisacate. En la actualidad, trabajan para la comuna de La Serranita. Sobre el río se pueden observar unas boyas rojas que sirven de alerta para advertir las profundidades del río.
Mariano recordó que “una chica se cayó en un relieve de un pocito subacuático que hay de tres metros y ella tragaba agua y se hundía”. Apuntó que ese fue un rescate breve, pero intenso.
“La mayoría de las personas te refieren que saben nadar. Ven un río que tiene su calma, aunque tiene su relieve y de golpe hay un pozo, y tragás un poco de agua”, detalló Mariano. Y agregó que, de vez en cuando hay alguna persona que se descuida y la pasa mal.
Mucha gente en los balnearios de Carlos Paz
Turismo en Córdoba: las Sierras están a pleno en el comienzo del nuevo año
Álvaro, que vive en Alta Gracia pero es colombiano, compartió sus experiencias de cuatro años de trabajo en el lugar. Marcó que es frecuente ver a jóvenes o adultos que se arrojan al agua desde ciertas alturas y recordó una historia: “Un chico que se tiró de la roca, aunque está prohibido y señalizado, y al saltar cayó sobre una piedra con su cabeza. Está en sillas de ruedas”, lamentó.
Sobre otro rescate, Álvaro precisó que observó a un hombre de 26 años que perdía fuerza al nadar con su compañero y se hundió. Debió rescatarlo y aplicarle maniobras para que volviera en sí. Afortunadamente, tuvo final feliz.
CUIDADO Y PREVENCIÓN
En la prevención, los bañeros piden que la gente no ingrese con botellas de vidrio para que nadie se lastime en el agua. También, ingresar borracho al río es un problema.
Sobre los barbijos en el río, en plena pandemia, analizaron que es poco frecuente verlos. Y que también se dificulta la distancia social en esos ámbitos.
Mariano apuntó que es muy importante, cuando hay multitudes, prestar mucha atención a los niños. “Estén muy atentos a sus hijos e hijas. Los niños no se saben cuidar por si solos en el río, por más que parezca bajito, un poquito de correntada lo lleva o se golpean un poco el pie, y puede seguir un accidente”, analizó.
En noviembre pasado, en el vecino balneario de Los Aromos un pequeño falleció en el mismo río.
El guardavidas precisó que, además, están trabajando con personas de la comunidad para capacitarlos y que estén preparados para hacer un rescate.
No todos los balnearios sobre el Anisacate cuentan con guardavidas.
FUENTE E IMAGEN: LA VOZ DEL INTERIOR